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Asesor Religioso Claretiano

Asesor religioso claretiano

En el Colegio Corazón de María, el Asesor Religioso Claretiano, vive su ministerio como una llamada misionera dentro del día a día escolar acompaña desde lo humano y espiritual, guiado por los lineamientos de la pastoral educativa de la Provincia Claretiana, y por el carisma profético y evangelizador de San Antonio María Claret.

Su presencia no pasa desapercibida: camina por los pasillos con cercanía, se detiene a escuchar con atención, sonríe al saludar, y está disponible para estudiantes, personal docente y no docente y familias. Su vida consagrada es un testimonio silencioso pero profundo de fe, sencillez y servicio, que poco a poco va contagiando de esperanza y compromiso a quienes lo rodean.

Desde su rol, se involucra activamente en la vida del colegio. Acompaña con sensibilidad los momentos pastorales, pedagógicos y comunitarios, iluminándolos con la Palabra de Dios. Ya sea en una oración al inicio del año escolar, en una celebración eucarística con las familias, o en un encuentro de discernimiento con el equipo docente, su palabra busca siempre fortalecer, sanar y motivar.

Con paciencia y ternura, ofrece acompañamiento espiritual y humano a quienes lo necesitan: un estudiante que atraviesa un momento difícil, un docente que busca sentido en su labor, un miembro del personal que anhela escucha fraterna. Su puerta está abierta, su corazón atento, y su oración constante.

Trabaja junto al Equipo de Gestión en la elaboración e implementación de itinerarios de formación carismática, promoviendo espacios de reflexión, oración y crecimiento comunitario. Anima grupos de trabajo, impulsa procesos de discernimiento participativo y fomenta la corresponsabilidad en la misión educativa. Con alegría, comparte el carisma claretiano —centrado en la Palabra, la justicia y la educación en valores —como semilla viva en el alma del colegio.

Su labor, humilde y constante, teje comunidad. Es sembrador de paz, promotor de diálogo y testigo gozoso del amor de Cristo. En el Corazón de María, su presencia es un recordatorio vivo de que la educación es también un acto de fe.

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